El título de esta entrada debería estar conjugado en pasado porque lo cierto es que me mudé hace ya dos meses pero, como siempre, vengo a contarlo con retraso y sin excusas que valgan. Diciembre fue un mes duro en general, personal y profesionalmente hablando.
No se me ocurre otra manera de describir el proceso de mudanza mas que decir la verdad: UNA MIERDA, una mierda como el castillo rosa en el que trabajo. Y eso que yo me he mudado de un estudio en el que solo pase unos meses a un apartamento de una habitación; no quiero ni imaginarme la mudanza de una casa de verdad en la que hayas vivido durante décadas. El caso es que era mi primerita vez dando de alta facturas, buscando muebles de segunda mano, subiendo una nevera a un segundo piso a pulso… y todo en un idioma que todavía entiendo a medias (menos la parte de la nevera, porque llorar es internacional). Sergio pidió vacaciones y pudo venirse unos días a ayudarme antes de Navidad, pero tuvo que volver a España y yo me quedé solita en el piso nuevo, sin sofá ni sábanas del tamaño adecuado.
Bueno, esto no es cierto del todo ya que me hice cargo del gato de mi amiga Raquel. Un peludo sobrino adorable que me hizo compañía y me dio amor (tampoco en exceso, que es un gato muy gato) durante el periodo navideño.
Esos días estuvieron hasta arriba de trabajo; con muchísima gente visitando los parques a diario y horarios agotadores. A lo que se sumó la huelga de transportes en París, que dejaba a muchos compañeros sin poder llegar al trabajo y, por lo tanto, teníamos que cubrir sus puestos. La huelga, que sigue activa a día de hoy aunque en menor medida, no me afectaba para ir al trabajo pero sí para salir en mi tiempo libre. Mi primera Navidad en París y no puede visitar la ciudad; ni los Campos Elíseos adornados ni sus famosos mercados navideños ni nada de nada. Una gran decepción en general y, literalmente, las navidades menos navidades de mi vida.
Al empezar enero, sin embargo, vinieron tiempos mejores ya que llegaban mis esperadas vacaciones –de tres días- en España y luego la mudanza definitiva de Sergio. Mis días en casa no fueron muy remarcables porque los pasé con fiebre en el sofá pero bajo los cuidados de mi mami, que era lo importante. La vuelta la hicimos Sergio y yo en coche pagando muchos peajes franceses, pero con la posibilidad de traer con nosotros a Mushu, el pájaro de Sergio.
Así que así ha comenzado el año 2020, estrenando pisito los tres juntos en París como si de una novela romántica de las malas se tratase. Estas últimas semanas se han basado en adaptarnos todos a la nueva rutina y terminar de hacer la casa habitable ¡ahora tenemos sofá y tele!
Y sí, entre mis propósitos de año nuevo se encuentra el ser más constante con el blog. Y hacer dieta, apuntarme a algún deporte, ahorrar mucho y todas esas cosas que tanto vosotros como yo sabemos que no voy a cumplir. Gracias por leerme un ratito,
No se me ocurre otra manera de describir el proceso de mudanza mas que decir la verdad: UNA MIERDA, una mierda como el castillo rosa en el que trabajo. Y eso que yo me he mudado de un estudio en el que solo pase unos meses a un apartamento de una habitación; no quiero ni imaginarme la mudanza de una casa de verdad en la que hayas vivido durante décadas. El caso es que era mi primerita vez dando de alta facturas, buscando muebles de segunda mano, subiendo una nevera a un segundo piso a pulso… y todo en un idioma que todavía entiendo a medias (menos la parte de la nevera, porque llorar es internacional). Sergio pidió vacaciones y pudo venirse unos días a ayudarme antes de Navidad, pero tuvo que volver a España y yo me quedé solita en el piso nuevo, sin sofá ni sábanas del tamaño adecuado.
Bueno, esto no es cierto del todo ya que me hice cargo del gato de mi amiga Raquel. Un peludo sobrino adorable que me hizo compañía y me dio amor (tampoco en exceso, que es un gato muy gato) durante el periodo navideño.
COLA CAO
Esos días estuvieron hasta arriba de trabajo; con muchísima gente visitando los parques a diario y horarios agotadores. A lo que se sumó la huelga de transportes en París, que dejaba a muchos compañeros sin poder llegar al trabajo y, por lo tanto, teníamos que cubrir sus puestos. La huelga, que sigue activa a día de hoy aunque en menor medida, no me afectaba para ir al trabajo pero sí para salir en mi tiempo libre. Mi primera Navidad en París y no puede visitar la ciudad; ni los Campos Elíseos adornados ni sus famosos mercados navideños ni nada de nada. Una gran decepción en general y, literalmente, las navidades menos navidades de mi vida.
Al empezar enero, sin embargo, vinieron tiempos mejores ya que llegaban mis esperadas vacaciones –de tres días- en España y luego la mudanza definitiva de Sergio. Mis días en casa no fueron muy remarcables porque los pasé con fiebre en el sofá pero bajo los cuidados de mi mami, que era lo importante. La vuelta la hicimos Sergio y yo en coche pagando muchos peajes franceses, pero con la posibilidad de traer con nosotros a Mushu, el pájaro de Sergio.
Así que así ha comenzado el año 2020, estrenando pisito los tres juntos en París como si de una novela romántica de las malas se tratase. Estas últimas semanas se han basado en adaptarnos todos a la nueva rutina y terminar de hacer la casa habitable ¡ahora tenemos sofá y tele!
Y sí, entre mis propósitos de año nuevo se encuentra el ser más constante con el blog. Y hacer dieta, apuntarme a algún deporte, ahorrar mucho y todas esas cosas que tanto vosotros como yo sabemos que no voy a cumplir. Gracias por leerme un ratito,
Estela.
No hay comentarios:
Publicar un comentario