22 agosto 2020

Estrasburgo

No es habitual en mí esto de escribir tan seguido, pero es lo que tienen los trayectos largos. El tren me hace bien, por lo visto, además es una manera de viajar que no había probado nunca antes y me ha agradado en todos los sentidos.

Y tanto tren viene a que tras nuestra semana de turistas en París, nos fuimos a hacer lo mismo un poco más lejos: a Estrasburgo. La razón principal de este viaje fue celebrar mi cumpleaños haciendo algo un poco diferente. Mi primera idea fue ir a Disneyland pero la deseché rápido porque es lo que hice el año pasado, tendría que pagar por la entrada y la experiencia no iba a ser la misma con todo esto del COVID. Como en París tampoco tengo muchos amigos con los que hacer fiestas, finalmente me decidí por visitar alguna ciudad de Francia a la que le tuviese ganas.


¿Por qué Estrasburgo? Me la había recomendado mi profe de francés hace algún tiempo cuando le comenté que quería conocer más partes del país estos meses. Busqué información sobre ella y vi que era pequeñita, una ciudad recomendable para visitar en un par de días que es justo lo que necesitaba. Y para rematar, encontré billetes de tren baratos que salían de la estación más cercana a mi casa: desde la Gare de l’Est en París hasta la Estación Central de Estrasburgo, menos de tres horas de viaje, 50€ ida y vuelta.


CIUDAD BELLA


Fue un acierto 100%. La ciudad es preciosa y además nos acompañó un clima agradable todo el tiempo. Llegamos el domingo y paseamos hasta el Airbnb, a unos 40 minutos de la estación. El apartamento me enamoró muchísimo, aunque no tenga nada que ver con la ciudad pero os dejo el enlace por si algún día tenéis ocasión. Barato, al lado de tres líneas diferentes de tranvía y tan bien decorado que yo soñaba que era mi casa de verdad y no tenía que dejarla nunca.


La ciudad se puede hacer a pie perfectamente, pero aun así el transporte público es muy recomendable. El tranvía pasa por todas partes y frecuentemente, desde la aplicación del móvil puedes comprar un billete válido ilimitadamente durante 24h por 3€ por persona. Y llega a cruzar la frontera con Alemania. Mágico.


El primer día cenamos Flammkuchen que es algo a lo que yo llamaría pizza de masa fina pero porque ya sabéis que yo soy muy inculta, y vimos un espectáculo de proyecciones en la fachada de la catedral que por lo visto hacen durante todo el verano y nosotros no teníamos ni idea.


El lunes era el gran día porque era MI DÍA. Y también porque teníamos mil cosas que ver. Habíamos reservado un Free Tour y resultó que fuimos los únicos clientes, así que tuvimos un guía “privado” durante un par de horas que nos enseñó todo lo que hay que ver en la ciudad y nos contó muchas anécdotas. Luego fuimos a comer Choucroute que sabe mejor de lo que parece, aunque mezcla demasiada carne para mi gusto. Eso sí, comparados con París, todos los menús nos parecían baratos. Y recordad, AGUA GRATIS, aunque Alsacia es una buena región de vino y cerveza si os gusta el alcohol.


CERVEZA ALSACIANA


Después de comer, repasamos las partes que más nos habían gustado del tour para disfrutarlas más lentamente. Bueno, y para hacerme fotos, no voy a mentiros. Fotos, fotos, fotos. Esta ciudad es tan de cuento que cualquier esquina es digna de Instagram. Las últimas horas que nos quedaban de abono de transporte las aprovechamos para cruzar la frontera. El pueblo alemán al que llega el tranvía se llama Kehl y no tiene absolutamente nada bonito, porque fue reconstruida tras la II Guerra Mundial de la manera más cutre. Pero merendamos batidos deliciosos y baratos, lo cual queda muy cool para en el futuro decir que celebré mi 29 cumpleaños en Francia y en Alemania a la vez.


BATIDO ALEMÁN


Me gustaría contaros que luego paramos por casa y nos preparamos para una noche de fiesta loca pero lo cierto es que estaba tan agotada que me medio dormí en el camino y pasamos la noche en casa bebiendo vino y jugando a juegos de mesa. Soplé cerillas en vez de las velas, porque se nos habían olvidado, comí chocolate y me reí mucho con el mejor novio del mundo, que es el mío.


Al día siguiente nos dio tiempo a entrar en la Catedral de Notre Dame de Estrasburgo, donde hay un reloj muy antiguo que cuando da la hora sale un apóstol a tocar las campanas de la muerte. Por lo visto si vas a mediodía y pagas 3€, ves a los doce apóstoles tocar las campanas. Nosotros nos conformamos con ver uno antes de ir a la estación y volver a casa en el tren en el que escribí este texto.


Parecía que la semana más ajetreada y agotadora desde el inicio de la pandemia había llegado a su fin, pero no fue así porque aún quedaba una sorpresa de última hora. Pero eso ya os lo cuento otro día, que estaréis cansados. Gracias por venir,


Estela.

No hay comentarios:

Publicar un comentario